Pues sí, aunque parezca mentira, después de un largo verano, por fin comienza el nuevo curso escolar. ¡Qué alegría!
Como cada año, el entusiasmo de los niños y niñas que vuelven a clase crece en la misma proporción en la que adelgazan los bolsillos de los padres, que de pronto parecen sufrir un ataque severo de raquitismo; o sea, con la nueva “temporada escolar”, inevitablemente, se inicia también la adquisición de nuevo equipamiento: libros de texto, mochila, uniforme, chándal, zapatillas de deporte…, y un sinfín de cosas más que resulta imposible enumerar ahora. En definitiva, una ruina total.
Como cada año, el entusiasmo de los niños y niñas que vuelven a clase crece en la misma proporción en la que adelgazan los bolsillos de los padres, que de pronto parecen sufrir un ataque severo de raquitismo; o sea, con la nueva “temporada escolar”, inevitablemente, se inicia también la adquisición de nuevo equipamiento: libros de texto, mochila, uniforme, chándal, zapatillas de deporte…, y un sinfín de cosas más que resulta imposible enumerar ahora. En definitiva, una ruina total.
Y me pregunto yo: ¿no podría hacerse como hace años, cuando al niño o a la niña se le equipaba para el regreso al colegio con todo lo que heredaba de su hermano mayor o, si era hijo único, de un primo o del hijo o la hija de la vecina del cuarto? Y es que entonces se tenía la sana costumbre, especialmente para los padres, de endiñar al pequeño todo lo que el mayor había utilizado un año antes. La cuestión era que, para bien de unos y desgracia de otros (de los más pequeños, claro), todo duraba eternamente: los libros del curso correspondiente, los pantalones con rodilleras especiales para hacer deporte, la cartera de cuero para transportar el material escolar, el plumier de madera…; en fin, todo lo necesario para volver a ejercer de alumno.
En mi caso, por ejemplo, durante toda mi etapa escolar, jamás estrené un libro. Siempre me sirvieron los textos de mi hermana mayor, que para colmo tenía tres años más que yo. Con esas, creo incluso que había libros de geografía en los que ni siquiera figuraban países que, durante ese tiempo, se habían constituido. Y el de historia, creo que no llegaba más allá de la conquista de América.
Por suerte, lo de que la mayor fuera una chica me libró de heredar su ropa, lo que ya hubiera sido el colmo. Aunque, a decir verdad, alguna vez sentí la tentación de mi madre de que me pusiera la falda del uniforme que se le había quedado pequeña. Me libré por los pelos …
[José Molina]
ORIGEN DEL ARTICULO: http://www.plusesmas.com/nostalgia/queridos-recuerdos/costumbres/la-vuelta-al-cole.html
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