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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Alicante XIX. Camino a la modernidad.

En esta ocasión, "Contrastes" aborda el devenir de la ciudad de Alicante durante el s.XIX. Benjamín Llorens nos sumerge en una época de avatares entre florecimiento y conflictos bélicos, con el puerto como protagonista. 
Corría el año de 1780 cuando finalmente se dieron por terminadas las obras de construcción del Ayuntamiento de Alicante. El nuevo edificio sustituía al destruido en 1691, casi un siglo antes, cuando la Armada francesa -en plena Guerra de los 9 años- bombardeó Alicante hasta casi su destrucción. De unos 1800 edificios, quedaron en pie, la mayor parte maltrechos, sólo unos 200. Luego la Guerra de Sucesión ralentizaría una construcción que puso el primer ladrillo en 1701. Otros avatares, como el fallecimiento del arquitecto principal Vicente Mingot, retrasaron el final de la obra hasta las últimas décadas del siglo XVIII.

Diez años después, en 1790, fue inaugurado el primer alumbrado público: 470 faroles de aceite iluminaron la noche alicantina. La ciudad llegaba al final de siglo. En esa época se elaboró el conocido como censo de Floridablanca (por el ministro que lo impulsó). Era la primera vez que se aplicaban las entonces modernas técnicas de la Estadística, arrojando para el municipio de Alicante una población de 18 mil habitantes. A la provincia se la situaba como la cuarta de España en densidad de población, entre 40 y 60 habitantes por kilómetro cuadrado. La media española era de 20'7 hab/Km2.


Nada más comenzar el siglo XIX, en 1801, llegó a Alicante una industria que sería de gran importancia para el desarrollo de la ciudad y su comarca: la antigua Casa de Misericordia se reconvirtió, casi en su totalidad, en la flamante Fábrica de Tabacos.


Al poco tiempo, de nuevo una guerra. Esta vez la de la Independencia (1808-1814). En pleno "fregao", a primeros de 1812, Valencia cae en poder del ejército francés y durante un corto periodo Alicante pasó a ser capital del reino, manteniéndose a salvo de la ocupación francesa durante toda la contienda. Eso sí, nuestro puerto se utilizó para avituallamiento y desembarco, camino del frente, del ejército español y sus aliados. Mientras tanto el centenar de ciudadanos franceses que vivian en la ciudad, dedicados en su mayoría al comercio portuario, fue objeto de represalias. Al cónsul August Legay se le encerró en el castillo de Santa Bárbara y a los demás en la Casa de Misericordia, confiscándose todos sus bienes.

Al finalizar la guerra las cosas fueron volviendo a su cauce. La actividad económica despegaba en torno al puerto, que registraba gran movimiento mercantil.

Grabado de Friedrich Stralheim. 1836.

Agricultura, comercio y artesanía eran los tres motores del desarrollo económico. Una parte de los cultivos se destinaba al abastecimiento de la población. Otra extensión - mucho mayor- era para los cultivos destinados a la exportación que resultaban, con diferencia, los más rentables.

El comercio se ejercía a través del puerto, creándose un gran centro de distribución de mercancías en su mayor parte en manos de empresas extranjeras, sobretodo francesas y -en menor medida- italianas y holandesas. Esto supuso que una gran parte de los beneficios generados por el intenso tráfico portuario no revirtiera en Alicante, en la creación para la ciudad de infraestructuras locales potentes. El dinero "emigraba" hacia los países originarios de esas empresas extranjeras.

Incluso algunos concesionarios españoles que operaban en el puerto alicantino eran meras filiales de los consignatarios extranjeros, sobretodo franceses.




La artesanía en lugar de fortalecerse se debilitó, pues la mayor parte de la fuerza de trabajo se dedicaba a los productos más rentables para la exportación (uva, vino, almendra, barrilla para la fabricación de sosa, esparto). Junto a esto, la entrada por el muelle de productos manufacturados empujó al gremio artesanal a un cierto ostracismo.

En cambio en el puerto los barcos guardaban "turno de expedición" para cargar o descargar. Vamos, que había cola.


Grabado de Gustav Doré.
Así las cosas, los terratenientes y comerciantes (muchos de ellos de procedencia francesa, como atestiguan apellidos tan "alicantinos" como Maisonnave, Bardín, Dupuy o Lamaignère) controlaban la vida económica y política de la ciudad a través de la Junta Local de Comercio y el Concejo Municipal. Estaba naciendo la burguesía alicantina del XIX. El siglo de la modernidad, aunque para que ésta llegara aún faltaban algunos años. Primero tendría que venir el camino de hierro, el ferrocarril.
© Web del Autor →                                                              http://hojadellunes.com
Imágenes y fuentes:
Bibliothèque Nationale de France ; Instituto Nacional de Estadística ; Historia de la
ciudad de Alicante (Glicerio Rico, Francisco Moreno Saez) ; Archivo Municipal de
Alicante ; Biblioteca Nacional de España.


ORIGEN DEL ARTICULO: http://hojadellunes.com/index.php/reportajes/reportajes-2/240-contrastes-alicante-xix-camino-a-la-modernidad
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